Cerrar los ojos para poblarse de Universo,
para apagar la voz que enmudece el brillo de los pájaros;
descender hasta el color de la memoria
y zozobrar en el espejo de la tarde indefectiblemente nuestra.
Llueve.
Nos humedece el dialecto del encuentro.
Esther González Sánchez -Pontevedra-
Publicado en suplemento de Realidades y ficciones 72
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