Blancas paredes.
Cementerio de almas.
Ojos clavados tras unos cristales,
donde se retuercen cuerpos
como juncos en el agua.
Silencio de sepulcro,
silencio pesado, y turbio.
Silencio que aplasta los cuerpos,
con un peso de llanto sordo.
Cadenas.
Cadenas.
Cadenas.
Ruido de cadenas que se arrastran.
De cadenas que quisieran,
ser mariposas.
Para volar libres de sus muñecas.
Muertos en vida.
Que sueñan con, ver el color del aire.
Con escuchar el de la noche.
Y sentir el corazón del día.
Almas que sollozan,
en un silencio de sepulcro.
Con gritos de angustia entrecortada.
Almas que ríen,
con una raíz en la garganta.
Niños con cara de viejos.
Viejos con alma de pez.
Hombres que soñaron volar,
al lugar donde se detiene el tiempo.
¡¡Abrir una ventana!!
Una ventana muy pequeña.
Una ventana por donde puedan ver el mundo.
Un mundo que no tenga dientes,
que arranquen tiras de piel al sueño.
Un mundo que no sea un pozo de ojos negros.
Ni un abismo a donde caiga la realidad
con una piedra atada al cuello.
Silencio de sepulcro,
silencio pesado, y turbio.
Silencio que grita rompiendo las paredes,
de este cementerio de almas
donde se agitan los cuerpos encadenados,
como si fueran frágiles ramas.
Debora Pol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario