viernes, 29 de enero de 2016
DE UNA MALA TABLA
Reluciente amargo cuadro, la soledad apoyada en desamparo.
Minutos después, salía de la Choza un cortejo fúnebre.
Tres vecinas bien ancianas, y cuatro policías cargando un ataúd.
El Pequeño Lucio, con los ojos extraviados, de la mano de
su hermana, que apenas contaba doce años.
Dentro de la caja de una mala tabla, obsequio de la Tesorería Municipal,
rígida, transportaban a la Madre.
Se puede vivir sin fatiga, gracias al automatismo.
Muerta la Madre y desalojados de la Covacha, por embargo y remate
del lote, en Impuestos Nacionales. Los huérfanos son eso: Autómatas
girados de sitio en sitio y repartidos uno lejos del otro, y jamás volverán
a verse. En el preciso instante, viendo desaparecer al hermanito, la Niña siente
en su endeble cuerpo, frío de la muerte. Sobre el duro andén, cae desmadejada.
El Pequeño Lucio, no ve nada. Sólo ella adoptó esa consciencia dolorosa
y constituyó en su derredor silencio. Todo tono u obsequiosidad,
le harían sangrar el alma.
Del libro TROCITOS DE ELLA EN MÍ de OMÍLCAR CRUZ RESTREPO
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