Acaba de una vez la incertidumbre
de este amor impregnado de locura
y déjame abrazarte, tan, tan fuertemente,
así tu cuerpo se rompa entre mis brazos.
Déjame que beba de tu boca
la sangre de tus labios carcelarios,
que sienta la tibieza que despides,
y el roce de mi cuerpo con tu cuerpo.
Déjame que acaricie tu mirar
y que tu aliento despeine mi cabello,
que tu piel sucumba ante el temblor
de las caricias que te dan mis manos.
Que tus deseos, tu placer y tu pasión
no se escondan de la fuerza del destino;
que seamos tú y yo un lazo de ternura
para bebernos este mundo y otro mundo.
Déjame ser tu voz, tu carcajada,
tu camino a la lujuria, tus instintos,
tus ideas, tu fresco pensamiento.
Deja que beba de tus dulces pechos
su fresco néctar con sabor a miel.
Déjame ser la furia que tu vientre
galope en la piel de tus antojos.
Deja mujer que las noches se hagan días
y que el viento ya calmo y silencioso
deje escuchar tus gritos de placer.
Ysidro Parra -Venezuela-
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