Es enserio, eso, de que hay que ser…
la verdad ya no sé que pensar.
Ahora hay que ser, un artista, para
detectar esa escondida gracia y
belleza honesta la cual está oculta
tras esa humilde zona oscura del ojo
y muchas veces es indescifrable…
No está hecha para simples mortales
Y menos para un poeta con mucha
Inspiración para ojos ajenos a la
inmadurez o a suspiros inesperados
e incautos… y yo, contemplo todos y cada
uno de estos escarbados y humanos hábitos
tal vez por castigo divino, o broma del destino.
Es en esta tu belleza incierta y triste que ubiqué
toda la ternura, de esta melancolía que ocultas
cuando sonríes con toda inseguridad, soledad mía.
Ya que solo puedo sentir como tirita mi alma
en esta oscuridad tan fría… mientras aún me
mantienes en tu selectiva mirada, todo un
honor, es el sufrir por un amor, para mi ser.
Me robaste la vida con ese
beso que no dejo de imaginar…
que será ya de mí sin ti… desafiante mi sentir
ante la fragancia, tu inocencia… mi credibilidad
no ha de olvidarte, en esas alusivas creencias
que inventaste; ni así los siglos, soplen sobre
el polvo de mis huesos, y tragase inciertos será…
Mi llanto ya es interno, las huellas en mis mejillas
no se comparan con el dolor que hay en el interior
heridas y más heridas, como sombras en piras, juntas
para una hoguera, y entre esas cenizas aun calientes
tantear alguna verdad y cubrir mis otras heridas
con esas costras carbonizadas a tientas, en el humo…
Me siento frente al fantasma, de quien aparentemente
maté… siento el sabor de su sangre en mi paladar, y me
reconozco desde a dentro, con la plena exactitud que
tú me supiste reconocer; es cuando asimilo el color de
infierno que tiene hoy mi cielo… Pero basta que soples
pétalos al viento, para devolverle el aliento a mi existir…
volver a soñar un cuento sin corrupción,
con la exactitud que tiene el pigmento del
amor, aunque ya no me reconozcas sigo siendo ese
desconocido, que dejaste aun lado del camino, aún
ando a la distancia, ya enojado, inquieto, decepcionado
inseguro, con una áspera consciencia en trifulca con la
pasión que niega a irse de mi lado; esto llama a ese
murmullo digamos inocente, al que sólo, y espero de
corazón no dejes, de soplar esos pétalos al viento, moriría
sin remedio si me pierdo con todo este amargo sentir, en
el pecho, en el paladar, y en estas mis torpes manos.
Enrique Arana Jáuregui -Perú-
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