Nunca pude haber sido una astronauta
por problemas congénitos de vértigo,
ni siquiera una alpinista de domingo,
que mis piernas no se adhieren casi a nada.
Perdí también el puesto
de redentor del mundo
por no haber comprendido el catecismo,
y es que no puedo salvar ni la apariencia.
Y no supe ser buena trapecista
(el miedo me ata al mástil y a las redes)
ni entender de asuntos elevados
ni treparme a la alacena de los dulces.
Por eso estoy, en fin,
a ras del suelo
para entenderme con los gatos en las tardes
y dormir tranquila en las banquinas.
Que sólo nos queda el soliloquio
y las siestas de sol
por aquí abajo.
SUSANA LAGE (San Juan-Argentina)
Publicado en la revista Gaceta Virtual 106
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