Silbando amena
y despreocupadamente
con un presente
entres sus fauces
iba el taimado lobo
sorteando la maleza
por el frondoso bosque.
Galante, enamorado
seductor y profano
en sus delirios
anhelaba de Caperucita
conquistar su corazón,
y estaba dispuesto a todo
a fin de conseguir su amor.
Caperucita sería lo mejor,
y haría hasta lo imposible
por poseer esa bella flor.
Por lo que orejas al viento,
sonrisa lineal de oreja a oreja,
cola enhiesta al cielo,
y suspiros al viento,
llenaban su corazón
de dicha y de contento.
Vaya portento de criatura
divina y bella Caperucita,
si que valía la pena.
Y aunque él muy ladino,
ya era un lobo viejo
y de amplio recorrido,
cuando la flecha
del gran Cupido llega
no hay distancias
tampoco barreras,
edad ni condición social,
que se interpongan.
La fecha, ni la flecha
del amor no avisan
y sin darte cuenta
te atraviesa de prisa.
Cuando el amor llega,
simplemente llega,
el amor es tan válido
cuando raya el alba,
así como en el ocaso.
En la primavera oro y verde,
así como en el colorido otoño
o el albo invierno de la vida.
Levantando la vista,
a un árbol avistó
un panal de miel,
justo el presente
que necesitaba,
para consigo llevar
y así tratar de agradar
a la incauta abuelita
Caperucita quien
quince años tenía,
lucía tersa y divina,
y era toda una belleza
en todo los sentidos
y parámetros de belleza,
era un espectáculo
de la vida día a día.
Lobo enamorado,
llevaba un presente
de miel de abejas
para la abuelita,
el cual contenía
un potente somnifero
para dormirla,
y a así a solas
poder enamorar
a la bella Caperucita.
Toc, toc, toc, toc,
con Caperucita por favor?
- cortésmente lobo indagó.
Caperucita no está.
- fue la respuesta.
Pero pase por favor!
si desea puede esperar,
no ha de tardar,
fue al bosque por moras
para preparar un manjar.
Lobo enamorado
cortésmente
invitado a pasar,
tras sentarse.
con mucho cuidado, completamente
embelesado quedó,
su ojos desorbitados,
su respiración acelerada,
no alcanzaba a comprender,
de donde provenía
la despampanante belleza
que a su alcance visual tenía.
De rubios cabellos,
dorados rizos
y sonrisa de marfil,
ojos vivaces, exprexivos
y tiernos,
cutis de fina porcelana,
era la mujer más bella
y divina cuyos ojos
habían visto jamás.
- No sabía que Caperucita
tenía una hermana arguyó.
- Soy la abuelita, replicó,
Ante semejante beldad,
lobo impávido en el acto,
enamorado de ella quedó,
y el amor por Caperucita olvidó.
Las flores
de rodillas le ofreció
y el dulce presente
también entregó.
Luego
de amena conversación,
elogios y cumplidos,
galletas con miel
la hermosa
anfitriona ofreció,
y tras el tercer bocado,
lobo y abuelita
enamorados
y abrazados,
Morfeo en sus brazos
tiernamente los cobijó.
Caperucita cuando llegó,
a los enamorados
durmiendo encontró,
y jamás se enteró
que alguna vez
lobo la pretendió.
y colorín colorado,
este lindo cuento
ya se modificó.
George Rivas Urquiza -Perú-
No hay comentarios:
Publicar un comentario