sábado, 8 de septiembre de 2012

LA VIDA EN PROSA


Le regalaron un ordenador el día que cumplió 80 años. No fue un ordenador nuevo, no se esperaba que lo adoptara como amigo de compañía. En realidad ya sólo le quedaba perder amigos y no procurarse amigos
nuevos.
Uno de sus nietos tuvo como regalo de reyes un flamante y nuevo ordenador. En su habitación y estudio no había espacio para dos, y el niño pidió a sus papás que le llevaran de allí el viejo pc. Los padres se llevaron
aquel trasto y pensaron qué hacer con él.

—¿Se lo ponemos al abuelo en su cuarto? —preguntó a su esposa el yerno del abuelo.

—¿Y para qué? —preguntó la hija?

— Es el que tiene más espacio desaprovechado.

—Vale. Meteremos también la mesita esa que no me gusta naday lo pondremos sobre ella hasta que
decidamos qué hacer con él. El abuelo que lo vio, preguntó si era para él.

—Sí, papá, es tu regalo de cumpleaños.

—Pero yo no sé manejarlo.

—Tú nieto te enseñará a entrar en Internet y así podrás buscar cosas que te interesen. A mí ya no me interesa nada —dijo el abuelo.

—Bueno, tú lo intentas y así te entretienes. Y como al abuelo apenas le quedaba voluntad, aceptó aquel regalo, que en principio no le interesaba nada.

— ¡Qué chulo, abuelo, tienes un ordenador! —le dijo el nieto de once años.

—¿Me vas a enseñar a usarlo? —preguntó el abuelo al nieto.

—Está chupao, abuelo.

Y el niño encendió el ordenador, mientras el abuelo observaba sentado en una silla contigua a la del nieto.

Pasados unos días, la hija entró en el cuarto del abuelo y vio a su padre sentado frente al ordenador, que
tecleaba ayudando a sus desgraduadas gafas con una lupa. Le llamó la atención el que su padre siguiera
sin inmutarse ante la llegada de alguien.
Curiosa, se acercó por detrás y miró la pantalla iluminada.
El abuelo, parsimonioso, siguió pulsando teclas.
La hija leyó lo que su padre escribía.

—Papá, ¿qué escribes?

—Un cuento para mi nieto.

—¿Un cuento? ¿Desde cuándo tú eres escritor? Pero si no has escrito nunca en tu vida, vamos, ni siquiera me escribías una carta cuando yo estaba estudiando en Madrid.

—Pero ahora tengo un ordenador, y quiero regalarle un cuento a mi nieto.

—No sé si eso le va a gustar a tu nieto, casi no se entiende lo que escribes.

—Eso no me importa. Espero que él lo acepte como un cuento del abuelo. Además, los cuentos sólo sirven para soñar , y estoy seguro que mi nieto soñará que un día su abuelo le regaló un cuento que no entendía lo mismo que a él le habían regalado un ordenador que no sabía usar.
La hija comprendió, abrazó por detrás a su padre y le dijo:

—Sigue, papá, sigue.

JOSÉ D. DIEZ ESPAÑA
Publicado en la revista Estrellas Poéticas 49


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