sábado, 8 de septiembre de 2012

HUMANO, DEMASIADO HUMANO


Cada día que pasa soy, si eso es posible, menos “nacionalista” y más ser humano. Cada día las banderas, los himnos, los escudos, las frases rimbombantes y hechas, los símbolos obsoletos y estúpidos, me parecen más absurdos e inútiles. Cada día amo más al ser humano porque sé -en lo más profundo y vital de mi propia existencia - que soy humano, demasiado humano, y que nada que afecte a la humanidad me es ajeno.

Nada me interesan los colores de piel, las idolatrías de cualquier tipo, el sexo deseado o decidido, la frontera que marca y clasifica, el carné que caduca el mes que viene, la lengua materna o paterna. Olvido los antecedentes criminales, morales, éticos o futbolísticos (perdón por el exabrupto) de mi interlocutor o interlocutora. Me río de morales, antimorales, amorales, inmorales, y demás adjetivos calificativos impuestos por la sociedad, la justicia, la ley natural o el derecho divino.

Soy –todos somos, en realidad, si nos miramos profundamente- mi propio Dios. Soy mi propio infierno, mi purgatorio, mi limbo, mi Nou Camp, o mi particular estercolero, pero soy yo, y no el otro. Soy el todo y la nada. Somos el todo y la nada, y no hay alternativa. Como cuando soñamos: nadie manipula el sueño.

FRANCISCO J. SEGOVIA -Granada-

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