viernes, 14 de septiembre de 2012

A MODO DE EPÍLOGO


A modo de epílogo para “Historietas del Amor”-e

Fugaz aunque aleccionadora experiencia bajo los influjos de “Historietas del Amor”

          Abre la puerta: Habitación a oscuras. Entra (entro) con decisión pero no sin cautela, tantea, lo tantean, se deja tantear: Tanta manito para qué. Es hurgado. Oh. Es desvestido. Oh. Es desnudado. Oh. Tanta manito para qué: Ahora ya lo dejan (in)tranquilo, a solas. Encerrado (dentro de sí) en la penumbra comienza a ver. Mira (miro), no sin asombro ve: ¿Ojos de gato? ¿Luciérnagas? ¿Cerraduras? Se acerca, se agacha, se acurruca y ve: Monumental, la contoneante figura avanza, hasta mostrarle el mapa, en detalle, de una anhelante pollera a cuadros. Escucha voces, además. “Sé que para vos, yo, de alguna manera y a contramano, existía, aunque no correspondiese a tu tipología favorita.” Gatea (gateo) hacia un costado: Otra cerradura. Espía, fisgonea, observa, y la fruición lo comienza a desbordar. “Creadas las condiciones de río revuelto, pescar, arrebatar los numerosos peces, los peces atávicos de tu soterrada lujuria.” Se deja llevar. Los cuerpos del otro lado se abrazan, se enloquecen, se sobrepasan. Un temblor lo (me) atraviesa. ¿Fiebre? ¿Éxtasis? Se siente demasiado solo (se siente sentirse solo, más profundo en el hueso aún). Decide probar con otra puerta, roza el picaporte e intenta abrir. No puede. Aguza la pupila y se enfrenta con un par de ojos, ávidos, saltones, neblinosos, que le devuelven la mirada. Se ve mirar en el agua de esos (propios) otros ojos y, horrorizado, súbitamente, se aleja latiendo a más no poder. Decide (decido) seguir el juego hasta el final (¿juega? ¿es un juguete? ¿se deja jugar?), camina, tropieza, se agacha; las escenas, escenarios, giran dentro de sí. “Boca arriba, me anegó un estado de hondo misticismo. La tristeza era una sustancia densa y liviana.” La última cerradura es una tiniebla que lo envuelve en su abrazo cegador, felpa de la noche despidiéndose. Los susurros se acercan, lo toquetean, lo recorren, lo visten, lo empujan hacia afuera, hacia la luz.
          Cierro la puerta, levanto los ojos, dejo de leer.

Santiago Castellano Verano del ‘91

*”Fugaz aunque aleccionadora experiencia bajo los influjos de “Historietas del Amor”, a modo de epílogo fue incluido en el volumen “Historietas del Amor” de Rolando Revagliatti (RundiNuskín Editor, Buenos Aires, 1991). El texto de Santiago Castellano fue concebido a partir de las versiones de entonces de las prosas “Vergüenzas que afrontar”, “¡A escena, actores!”, “La llama de la patria”, “Debut inocuo”, “La mujer que me llevó a la cama”, “Espectador”, “Her-manos”, “Roger Vadim” y “Llegaron los reyes”.

1 comentario:

  1. Qué bueno que este texto tan vivaz, estimado José Luis, se divulgue en tu revista. Santiago Castellano era un veinteañero cuando lo traté en un taller de escritura en el que participamos al menos durante un año. Estoy casi seguro que había nacido en España y que desde niñito residía en la Argentina. Él generó este texto de demasiado largo título, creo, espontáneamente, por su propia iniciativa, a medida que fue conociendo las primeras versiones de las prosas mencionadas a pie de página. De un modo súbito desapareció de nuestras vidas, la de sus compañeros de taller y de la del coordinador del mismo y del "ambiente literario". Me había regalado su primer poemario. Una punta de años después doy con una dirección de correo-e de él -supongo que se trata de él, del mismo escritor que conocí-, y la incorporé a mi direccionario de escritores en Yahoo. Le hice re-envíos de informaciones literarias en unas cuantas ocasiones, pero jamás acusó recibo.



    http://rolandorevagliatti.blogspot.com

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