—Loco psicópata, el nuevo doctor Frankenstein, así me llamaron, desearía ver sus caras en estos
momentos.
Acababa de conseguirlo, tras años de intentos fallidos.
Mis “colegas” se burlaron de mí, tildaron mis métodos de poco ortodoxos, pero el tiempo me había
dado la razón.
—Diego, ¿crees que me aceptarán?
—Claro que lo harán, no les quedará más remedio, tú no te preocupes, mañana te presentaré ante esos necios “sabelotodos”, que se autodenominan científicos “serios”.
Jaime se mostraba muy preocupado, mañana era el día de su presentación ante el consejo mundial de científicos.
Una aberración, un monstruo, una creación de una mente enferma, nada más alejado de la realidad, Jaime no era nada de eso.
—Te lo dije, sabía que no me aceptarían.
Mi descubrimiento no había sido aceptado, un político incapaz de mentir, no podía ser nada bueno, la
gente debía seguir siendo engañada, para mi desgracia y para la de Jaime, no debía de quedar rastro de mi investigación, yo sería recluido en un manicomio, no sería difícil hacerlo, ante la opinión pública no era más que un genio loco, Jaime, por su parte, sería expuesto a un lavado de cerebro, debía volver a la normalidad, volver a ser un político “serio”.
Diego Galán Ruiz (España)
Publicado en la revista digital Minatura 155
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