miércoles, 24 de mayo de 2017

LA GRAN CREACIÓN


Es el día 30 de febrero y amanece con una profunda capa de neblina que lo cubre todo. La
temperatura trepa arriba de los 30 C. con una humedad ambiente de más del 100%. Y pese a todo,
mantengo los ánimos altos, pues en el fondo presiento que algunos ideales se pueden convertir en
realidad hoy mismo, quizás en los siguientes momentos.
Convengo en encontrarme con Kim Jong-un a tomar un café cortado en el bar “La place de la
paix” en el centro de Pyongyang. Pero cuando ya estamos sentados, percibimos algún movimiento
extraño a nuestro derredor y decidimos que es un tanto peligroso. Eso pese a la pesada guardia de
mastodontes que acompañan a mi socio. Entonces nos levantamos y caminando por las atestadas
calles de la ciudad, dirigimos nuestros pasos al “Templo del Agnosticismo”. Las anchas alas del
edificio y los techos muy altos nos dan la sensación de protección que necesitamos para poder
conversar tranquilamente.
Podría aceptar también de quién opine lo contrario, pero esta situación extraña provoca que tenga
en la boca el sabor amargo de aquel café expreso que apenas pude saborear con el extremo de la
lengua. El gordito, por su parte se sorprende y está en ascuas a la espera de mis palabras.
No lo comenté al inicio, pero la iniciativa de este encuentro fue mía y a Kim solo le di unos pocos
indicios. La razón de su sorpresa es que le hablé de algo relacionado con, “la creación”. ¿La
creación? - me respondió con la boca abierta de par en par y los ojos fuera de órbita, ¿Te refieres a
eso que hacen los dioses? Puede ser - le respondo en un susurro – pero no me tires de la lengua por
favor, que no quisiera entrar en detalles ahora - y agregué - tu sabes cuánto estamos vigilados y tú
en particular. De mí no saben gran cosa, ¿pero tú?, hasta la horma de tus zapatos. Al fin
concordamos en cuanto al gusto de aquel café expreso.
El chucho Kim, sentado a mi lado quedó mudo de pronto cuando advirtió la decoración interior de
aquel palacio, el lujo simple de sus paredes peladas, sin accesorios ni imágenes de ningún tipo. Todo
pintado de un amarillo ocre, también los pisos cubiertos de mármoles dorados y solo al fondo, los
símbolos de las tres grandes religiones y un Buda de la propia imagen de Kim, ¿Qué es esto? me
pregunta el muchacho de la cara redonda, ¿no tenía ni idea de que este lugar existía en mi capital? -
y exclamó con rabia - ¡Ya alguien va a pagar por este desatino! Estaba anonadado y una gran furia
se destacaba en las comisuras de su boca. En general el chico este era muy propenso a las broncas,
¿Sabes qué pasa? - me atreví a aclarar - es que tú estas tan ocupado con eso de los misiles y las
bombas, que no te queda tiempo para las cuestiones vulgares. Para evitar que se distraiga más con
aquello, me apresuré a hablar de mis cometidos: Verás Kim, mi amigo, la Creación no es solo cosa
de los dioses clásicos, y creo que una persona de excelencia tan encumbrada como tú, aunque con
una modesta ayuda de mi parte - me apresuré a aclarar - estarás en condiciones de lograr tú
creación particular. Kim estaba pasmado. Me miró con sus ojos oblicuos que al instante se le
hicieron más pequeños aún, con una clara expresión de suspicacia. Su mirada echaba azufre y
fuego y parecía gritar… ¿Qué quiere el tarado este de mí? ¿Qué me está vendiendo? De inmediato
asumí su incredulidad y sentí que debía actuar ahora o nunca. Tenía bien claro de qué era capaz
ese energúmeno demoníaco y comprendí que mi destino estaba en lo que saliera de mi boca en los
próximos segundos.
¡Tu eres la única persona en todo el universo capaz de crear algo inaudito y novedoso, que cierre la
boca por siempre a todos los simples mortales, incluidos a aquellos escépticos, como los que pueblan
este templo! - y casi me ahogo al escuchar mis propias palabras que salían como un trueno
tormentoso - Tú tienes que crear algo diferente, pasmoso y excitante, algo nunca visto
anteriormente. Con una mueca retorciendo su cara me espetó… ¿Qué? - me miró con cara de asco
- ¿Qué podría yo crear de nuevo, tan excitante y pasmoso? ¡Un nuevo tipo de materia! - le devolví
en un susurro, pero con una voz tan angustiada que resonó en todo el espacio y algunos de los
presentes volvieron sus miradas hacia nosotros.
Aunque tenía mucho miedo de sus reacciones, pero sabiendo que las cartas estaban ya tiradas, me
animé a todo por el todo. Me acerqué íntimamente a Kim y simplemente le dije … tu eres él dios… -
exclamé excitado - y debes demostrarlo. Has heredado este reino de tus antepasados, pero tú mismo
no has destacado en algo extraordinario. ¿Como dices eso? exasperado por mi osadía y con los
carozos abiertos de par en par, como si no fuese un oriental, me gritó: ¡Yo he llegado al más alto nivel
de desarrollo nuclear y misilistico! ¡Estamos a un paso de poder hundir a los más poderosos! ¡Eso es
un agravio imperdonable! Estaba fuera de sí y yo me veía ya en el infierno, en la ruta hacia el fin de
mis días. Tienes razón - me atreví en un murmullo, pero no me amedrenté del todo, pues perdido por
perdido debía hacer uso de aquellos instantes que me quedaban de vida libre. Es cierto - aseveré -
pero solo has continuado lo de tus gloriosos antepasados, ¿y tu originalidad, dónde está? - y con no
poca insolencia me atreví. ¡Tú tienes cualidades superiores a todos! ¡Eres el elegido entre todos! - dije
con cierta exaltación que hasta a mí me pareció exagerada - Pero debes demostrarlo, y para ello -
balbuceé mientras sentía mi intestino trepidar - Debes hacer lo que nadie antes ¡Te propongo crear
una nueva materia! Por ejemplo, un tipo de material plástico más duro y más fuerte aún que el acero
o que no pueda ser captado por los radares o la simple vista.
Su sorpresa ante mis palabras era enorme, pero de a poco y para beneficio de mi salud mental y física,
su gesto adusto y enojado se fue trastocando. Primero distendió la tensión en sus ojos, que ahora
parecían buscar otras vistas, quizás internas. Y luego de pronto asomó una sonrisa que en instantes se
convirtió en abiertas carcajadas de estupor… ¿Te puedes imaginar? - dijo entre risas mientras hilos de
saliva escapaban de las comisuras de sus labios - ¿La cara de ese tipo Trump, cuando se entere de mis
logros? Kim se reía a carcajadas imparables y todo su cuerpo vibraba. Los dobleces de su enorme
barriga parecían bailar a ritmo africano y escupía su saliva para todos lados. No niego que yo también
estaba muy divertido, aunque apenas si respiraba, pero entre otras, observando a nuestro derredor,
descubrí que estábamos absolutamente solos. El chacho se puso de pie y de tantos temblores de su
panza comenzó a emitir tremendas ventosidades, que además de ser estruendosas, olían a hedionda
cloaca. El muchacho se retorcía tanto que temí por él, que se dislocara el cuello de tanto sacudirse.
Saqué de mi bolsa la pequeña botella de agua mineral y se la extendí. Entre una y otra carcajada,
tomó un largo sorbo de agua.
Yo también reía encantado, pero de pronto vi su cara mudar otra vez de expresión, como si volviese a
la realidad de un solo golpe. Aun tomándose la barriga, mirando primero a la lejanía, pero de un
golpe dirigiéndose a mí, con una mirada de horror amenazante que me atravesó como una espada
directa al corazón exclamó… ¡Si, todo muy bien, genial!, Pero ¿Qué? ¿Cómo? Algo concreto tendré
que poner delante de esas narices de Trump y sus acólitos - y mirándome a los ojos con fuego y
cuchillos en ellos me clavó… ¿Qué tienes tu para decir, gran genio? ¿Ah?
Me senté de un golpe, cerré mis ojos y bajé la cabeza esperando que me asestara un golpe mortal.
Pensé que el chucho tendría algún arma escondida y pensé que ahora sería el fin de mis días, pero
para mi sorpresa, Kim se sentó a mi lado y posando una pesada mano sobre mis espaldas dijo.
¡Vamos habla, genio! Si has llegado hasta aquí por algo será - entonces su voz se hizo de piedra - que
si no tienes respuesta, hoy voy a cenar tu hígado y el corazón. ¡A ver! ¿Qué tienes para decir?
Confieso que mi corazón latía como una locomotora, mis manos temblaban, la boca estaba seca
como un desierto, pero mi mente era una máquina, entonces se escuchó mi voz fuerte y clara en
aquella estancia vacía.
¡Nunca dije que “realmente” tenías que crear algo concreto! - y ya más convencido de mí mismo - lo
que quise decir es que tienes que “declarar” sobre tu creación divina. Solo tienes que “revelar y
ostentar” ante el mundo entero que “tu país posee un material tan especial, que supera todo lo
existente y que… ¡Es de tu propia creación!”. Decir - me animé con énfasis - no significa que
realmente exista algo. ¿Te puedes imaginar el revuelo que se va a armar en el mundo entero?
¿Y quién podría comprobar la veracidad de todo ello? Aquí nadie tiene cabida, nadie puede entrar
como nadie sale. Este país está cerrado a cal y canto para la absoluta mayoría de los seres vivientes.
Tu solo tienes que dirigir un discurso a los habitantes de la nación y contarles, para empezar, que
los misiles que se fabrican están construidos con un material que es mucho más liviano y fuerte que
cualquier metal, con la consiguiente ventaja militar. ¿Te imaginas lo que ello significaría?
Mientras hablaba iba observando con mayor interés las expresiones de la adusta cara de Kim, y
sus facciones típicas de aquella “raza pura”. Si al inicio era para mí inaprensible, aun dominado
por la desconfianza, luego fue adquiriendo cierta animosidad y al fin apareció una sonrisa de
sorna. ¡Eres genial! - me dijo mientras posaba de nuevo su mano sobre mi espalda - Ya puedo
percibir la cara de mis enemigos, el estupor y horror. Los voy a tener en mis manos. Y yo agregué -
No olvides tampoco a tu acérrimo enemigo del sur, que se cree una gran potencia industrial. La
cara de Kim sonreía feliz y apretaba con pasión sus manos, y luego las mías. Pero de pronto otra
sombra surgió en sus amarillas y pálidas facciones… Si, esa es una estrategia engañosa que sin
duda va a aterrar a todos, pero - se puso de pie y me miró inquisitivo - si al fin la mentira se
descubre… ¿Qué va a pasar con mi imagen divina? ¿entonces no seré considerado más un dios?
Lo lamento muchacho – me dijo entonces con gran cariño – tengo un gran aprecio por ti, pero no
podrás seguir viviendo. Este secreto deberá permanecer oculto para siempre… ¡Ah, no! - respondí
enojado - ¡Esto ya no tiene ninguna gracia!

Josef Carel
Publicado en Literarte 95

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