El camino eran cuchillos atenazados
y yo un pájaro de algas y raíces.
El viento silueteó las fronteras,
las flores tenían rostro humano.
Hundido en mis pensamientos,
la imagen de un corazón de primavera
revoloteó inalcanzable por entre
cúmulos, cirros y pisadas.
Pensativo, alcancé una cueva
y escondido, imaginando un rostro
serio, pertinaz y responsable,
desanduve el camino
que ya no era de cuchillos,
solo flor, luz y olor.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
No hay comentarios:
Publicar un comentario