Que mis mudos gritos te estremezcan,
Que mis oídos sordos ya te escuchen,
Que mis ojos cerrados ya te miren,
Y que mis labios entumecidos ya te besen.
Que mis sentidos apagados te perciban,
Que mi mente en reposo te alucine,
Que mis manos inquietas no te atrapen,
Y que escapes a mis locos desamores.
Que huyas entre espinas y rosales,
Que interpongas paredes invisibles,
Que rompas los obstáculos insalvables,
Y que me agotes o seas mía entre claveles.
Que vengas de regreso a mis amores,
Que vuelvas sin tristezas ni remilgos,
Que digas a los gritos que me quieres,
Y que con ello elimines sinsabores.
Que enciendas mis dormidos sentimientos,
Que niegues tus amores sin remedio,
Que quieras ahuyentarme con tus broncas,
Y que me atrapes con los más bellos momentos.
Que se caigan los planetas y la luna,
Que apaguen su incandescencia las estrellas,
Que ya no haya ni una nova más en fuga,
Pero que tú sigas iluminando el firmamento.
Que me digas tus amores al oído,
Que me traigas el deleite de tus besos,
Que me ahogues con tu aliento y tus aromas,
Y que sientas los míos en tu cuerpo.
Que rechaces mis delirios y mis miedos,
Que me cures de espantos y tormentos,
Que me asustes con tus cuentos más tenaces,
Y que entierres los desaires de ultratumba.
Que las lluvias de otoño no regresen,
Que venga el sol de primavera,
Que se iluminen los colores y las flores,
Con tu amor apasionado y tus placeres.
Que te vayas entre odios y rencores,
Que se mueran los deseos sin remedio,
Que acabes conmigo y no me mates,
Pero que vengas hacia mí en atardeceres.
José Joaquín Quiroga Briceño -Cuba-
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