Sombra de luz que a mi te allegas suave
como una timidez cerrada en lilas.
De tu megafonía
me llaman las jornadas
de aglomerada miel
y la boca de pan en que se olvidan
el hueso de la noche y sus mareas.
Un hábito de sol,
un guiño de tu pecho me desviste
de gris melancolía,
y me vuela con párpados de sueño
por cobijarme en noches sin desdicha.
¡Oh, fruta generosa de otro tiempo!
¡Templado violín
que hasta mi pena llegas
como un indulto grácil!
Sobre mi césped, notas de tus cuerdas
oscurecen el canto de los grillos:
La soledad, pasea entre naranjos
y acuña en el tamiz del infinito
mil cóndores de ocasos.
Esther González Sánchez -Vigo - España-
Publicado en Nevando en la Guinea 39
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