Te miro, y un silencio ardiente quema mis pupilas y mi alma.
Envidio al lujurioso sol que tu cuerpo besa, y me enciende tu sensualidad
quiero ser agua de tu azul mar, que calme mi deseo bestial, y sed de amar.
Diminutos diamantes dejan las olas en la noche de tu cabello.
Amo esa brisa salina que acaricia tu piel, y se bebe el perfume de tu cuello
mi corazón gime, bella doncella que contagia ternura, con tu cuerpo bello.
¿Dónde estabas tú?, para que mi soledad no sea morada.
Quiero tu amor, inventando nuevos mundos con mis caricias y tus besos
olvidando el tiempo, la razón, vivir en los bordes de tu ardiente desierto.
¡Cuándo tú sabrás, que por tu amor muero!
Quiero contarte mis sueños y volver a vivir, lo que siento cuando ya te veo
y llenas mi vida, que nunca fue nada, y poder murmurarte un ¡Te quiero!.
¡Estás tan cerca! Que de tanto desearte, me quemo en tu piel.
Y será otra tarde de mi corazón con asombros, cuando tu cintura sea mía
y sienta entre tus brazos, la dulce y tibia pasión de primaveras perdidas.
Entreabierta tu boca que gime, me enamoro de tu aliento.
Recorrimos toda la minuciosidad de nuestros cuerpos, complacidamente
toda una tarde entera, infinita, sin sentir el dolor del tiempo, y amándote.
Escúchame y ámame, aun cuando el silencio no exista.
Déjame que abreve mi boca en los perfumados barrancos de tus pechos
y pierda toda cordura, con los pétalos de tú piel y de tu vientre perfecto.
No me basta el cielo azul del amanecer, en tu mirada.
Sé que naciste de la aurora y tus pupilas beben el sol y el amor todo el día
entonces, yo seré la lluvia, y tú, el arco iris, y viviré amándote toda la vida.
Manuel F. Romero Argentina-
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