Supe que el amor llegó
después que te había perdido.
No pude detener tu vuelo cuando
extendiste tus alas y yo no pude volar
y tú volaste y volaste hasta perderte de olvido.
No pude detener tu vuelo,
eran tus alas engendro de los vientos del verano
y las mías eran alas de invierno de fríos horizontes.
De águila era tu simiente, polvo de estrella dorada,
polen de una exótica galaxia donde se atrapa la luz
del olvido de los tiempos...
Sin siquiera darme cuenta
se había sumido mi alma en profundo desengaño
y mi memoria sumisa de resabios se plagaba...
¡El amor no llegó para quedarse!
Su ruta era indefinida, su renta era del camino
de los sueños, de distancias y tu vuelo de ida sin regreso.
La simiente de tu amor no llegó para quedarse!
No era de amor tu simiente, tu semilla era de olvido!
Nunca amaste mi calor, ni mi dolor conociste
ni fronteras ni cadenas, no supiste del calor de mis heridas,
heridas del grana de engaño como el color de mis venas.
¡Era libre como el viento como el vuelo tu destino!
Cuando te tuve a mi lado
no me di cuenta a su tiempo que la fiebre de tu piel
era la llama de amor que a mis manos abrasaba
de tanta pasión y ternura, hasta que un día de locura,
para siempre te perdí cuando te dejé partir.
Hasta entonces me di cuenta que había llegado el amor
y para siempre lo había perdido...
Ricardo Flores Joya -El Salvador-
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