HOMBRE:
El hombre de unos cuarenta años tiene semblante preocupado. En el salón hay un sofá y una mesa de centro; en un lateral, un mueble-bar, con algo de vajilla y muchos CDS. El hombre está mirando por la ventana. Luego se vuelve y busca en el bolsillo de su pantalón; de su cartera saca una fotografía, la mira y se sienta, abatido, en el sofá. De un cajón de la mesa saca unos folios. Va hacia la puerta, sale y regresa con un bolígrafo. Escribe deprisa. Insatisfecho, lo arruga y lo deja sobre la mesa. Empieza de nuevo, ahora más despacio, de pronto tacha y vuelve a arrugar la hoja. Redacta por tercera vez, en su entrecejo se marcan profundas arrugas. Lo lee varias veces. Se levanta con el papel en la mano, da unos pasos en dirección al mueble-bar. Cambia de idea, retorna y se precipita a la mesa, empuja con una mano los papeles arrugados, un cenicero y una revista, cae todo al suelo. Deja el folio escrito y vuelve a salir. Trae una soga enrollada. Aprieta los labios mientras hace un nudo corredizo. Mira
hacia el techo. Deja la soga en la mesa, sobre el papel, acerca una silla, se sube y descuelga la lámpara, la deposita sobre el sofá y cuelga la soga del gancho de la lámpara. Baja, sale y cuando entra lo hace abrochándose el cinturón.
Vuelve a subir a la silla. Se coloca el lazo corredizo entorno al cuello. Lo ajusta. Suspira profundamente una, dos, tres veces. Se queda quieto unos instantes.
De pronto cambia de idea, se quita la soga y baja deprisa. Va al mueble-bar.
Saca una botella y se sirve un trago. Repite la acción. Sale de la habitación con el vaso. Regresa con él y con una pistola. Revisa el cargador y se la guarda. Se pone una cazadora y sale. Regresa para coger la carta de la mesa y los papeles arrugados del suelo. Los mete en una papelera metálica. Les
prende fuego. Sale. Al instante se oye un portazo y una llave en una cerradura.
Del libro Qué mal repartido está el mundo y otros textos de
FÁTIMA MARTÍNEZ CORTIJO
Publicado en Los libros de las gaviotas
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