Ya la aguja incandescente atravesó mi lengua.
Ahora supura el azufre por el tejido epitelial,
cuando los ojos alcanzan a ser los senos
pero la boca aún se nutre, en la necesidad.
En la carne clavó su aguijón la poesía;
ella no comprende límites.
Del libro Poiesis de
Raúl Muñóz González
Publicado en Acantilados de papel
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