Esta mujer con susurro de mares y sal
por la nervadura seca de mis venas en desierto
supo aguardar paciente entre sombra y orilla,
hecha cardumen de manos y sed
hasta una tarde en que la siesta trizó la espera
con luz certera en los vientres
frutando un tiempo nuevo y desnudo de costumbres.
Esta mujer marítima y blanca y cuenco
que mordió en los relojes murmullos y condenas,
que besó paciente mis torpes almanaques y un sueño,
que se mojó de lluvias y se atoró de pedregales,
supo estremecer todo el extravío de mis mapas,
cataclismó fechas y miedos,
el atávico poema de mis dientes pertrechados.
Esta mujer de agua y dedos largos y espesura
atravesó filos de la noche, ausente rostro,
indagó un perfume desaparecido y dónde,
se calcó la poesía en la vena nutriente del insomnio,
cruzó veredas, atardeció la búsqueda y cuánto más;
enladrilló los huecos y vacías respuestas
y se hizo vertiente callada, labio perfumado en ausencia
para gritar toda la frescura y los destinos del nombre
Esta mujer sismo-viento-marea, pasión paciente y exaltada,
caracol de sur en mi arena y mi letargo de canto rodado,
frescura nueva en mi lengua reseca de zonda y extravío,
arrullo que abraza este ronco pecho de frases cansadas,
a veces se llora de tiempo y silencio abismado y basta;
Esta mujer es hoy la puerta, promesa del río, cumbre,
estrella, destello y camino, ala y sílabas nuevas,
sol amaneciéndome la boca y los ojos, el verbo,
remolino al reverso de lágrimas, tajos y pérdidas.
Esta mujer es coraje, ancla y transparencia del abrazo,
es la memoria de todo lo que nombré y aun el horizonte.
Ella y yo,
tan piel adentro, tan sombra y luz,
sucumbidos de dolores y presagios
atravesamos los siglos
para llegar a este poema.
RICARDO LUIS TROMBINO (San Juan-San Juan-Argentina)
Publicado en Gaceta Virtual 111
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