Después de tanta lluvia el cielo clarea, y siento a mi madre más cercana, como si sus lágrimas y las mías “bailasen bajo la lluvia” tornándose transparentes.
La lluvia, aquella tarde de cine, colaboraba en forma de sonata. En la gran pantalla Charlotte, aquella madre con ojos humectantes “quería querer” y su hija Eva refrescaba el dolor por no haber sido atendida de niña.
A oscuras, las manos de mi madre junto a las mías. Me gustaría acariciarle, pero… reconozco su llanto, como si fuera piel de mi piel, sangre de mi sangre. Ingrid Bergman y Liv Ullman en pantalla: “me da miedo suicidarme”; “no debe ser demasiado tarde”; “tocaremos a cuatro manos”
Mi madre, romanticona, tan cerca de las polonesas, nunca tocó el piano. Yo, que llegué a la Para Elisa, nunca interpreté sus apreciadas polonesas. Anoche mientras me abrazaba con todas sus ganas y esa carita de niña, me dijo: hija, toca mi preferida, “la Heroica” de Chopin, antes de que sea demasiado tarde.
¡NUNCA ES TARDE MAMÁ, NUNCA!
María Asunción San Miguel Arteaga
Publicado en Raíces de papel
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