jueves, 31 de marzo de 2016

APENAS EL JUEGO


NIÑO:
El niño juega con sus manos, en la pared proyecta sombras, ríe y corre tras ellas.
Cuenta la historia de un pájaro que quería volar muy, muy alto y se encuentra con una montaña, que es la mesa. Tras varios intentos sin conseguirlo, el niño sube a la silla, y el pájaro con un fuerte aleteo, consigue sobrepasar la montaña.
Se aplaude a sí mismo, besa al pájaro, gira con él pegado a su cuerpo, corre atravesando el viento.
Luego aparece un cisne de largo cuello, nada sobre un precioso lago, gira y parece hacer una danza.
Entonces aparece otro cisne. Se encuentran. Primero se mantienen a distancia, luego nadan en círculos y se giran, se miran, van uno tras otro, ahora danzan los dos. El lago es tan grande que acaban agotados. Entonces se paran y se miran de cerca, frente a frente, cuellos enhiestos. Se gustan y se aproximan más, se besan, se enlazan, son uno saliendo del mismo cuerpo, acaban fundiéndose
con él, el cuerpo del niño.
De pronto un ruido, tal vez una puerta seca y rígida.
El niño deshace el sueño. Apaga la lámpara y todas las sombras desaparecen.
Ahora solo quedan la mesa, la silla, las paredes blancas y el niño sentado con los antebrazos en la superficie vacía, los pies que no le llegan al piso y la mirada, que ha perdido todas las imágenes del juego.

Del libro Qué mal repartido está el mundo y otros textos de FÁTIMA MARTÍNEZ CORTIJO
Publicado en Libros de las gaviotas

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