Camarada del aire:
hay un nudo
entrelazando los ojos de la niebla
que asfixia.
Apenas los negros caballos han dejado de relinchar
cuando el miedo se hace patíbulo de silencios,
y la mirada tiembla acomplejando el espacio dolido
que los alacranes han ido merodeando hasta el hastío.
Camarada:
se han abierto las calles
y la luz va acariciando el túnel
del espanto.
Ahora solo pervive una herida honda que rezuma
gotas de dolor callado, perfume de madreselva roja,
y un columpio donde se tambalea el dolor antiguo
haciendo funambulismos de pirata loco con la muerte.
Camarada sin ojos:
redime el olor
de las mañanas que ríen
a la noche.
Necesito tus manos de abedul
para vencer al Minotauro
que anda escondido en la sombra gris
de las sonrisas:
dame tu sed
para darte mi miedo...
Luis Enrique Prieto
Publicado en la revista Arena y cal 198
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