El viejo bus se alejaba, polvareda, sudor pegajoso,
su corazón y maletas repletos de sueños y esperanzas.
Recordando su vida provincial la nostalgia le arrugaba el alma.
En un parpadear del tiempo, escasez y sacrificio se graduó de médica.
Todo tiene que llegar, cuando tiene que llegar,
Y todo se va, cuando se tiene que ir.
El flamante y prestigioso esposo… compromisos de ausencia,
enviaba en oropel cortesías de palabras rutinarias… poco lo miraba.
Sus secretos de conquista, olvidados, desplomados en ruinas,
cada lágrima era un parto de dolor, le ahogaba la soledad.
Espejos del alma los ojos,
Opacos, caóticos, ojos de almas vacías.
Muchas noches con gatos negros atravesados,
los espejos del alma rompieron en pedazos de llantos,
desnuda entre los cristales, agonizaba de abandono,
augurio de siete años de mala suerte.
Con la fuerza de propio amor, la fuerza de querer vivir,
brotaron de su corazón alas de águila… volar alto y lejos.
Se paró frente al destino, soltó una irónica sonrisa,
desplegó sus alas abrazando el futuro de felicidad.
Un día de esos, un día cualquiera, le llegó el ungido de los dioses,
le beso el alma, su corazón, sus labios, sus sombras y luces.
Para siempre se miraron con la más tierna de todas las miradas,
…de todas las miradas, enamoradas.
Álvaro Álvarez Rojas (aprendiz de poeta) -Colombia-
No hay comentarios:
Publicar un comentario