Salí a la calle siguiendo el rastro
de unos puntos suspensivos,
las gentes poseían brazos.
Brazos de tres metros de grosor,
en las manos portaban
teléfonos móviles pluricelulares.
Me quité la ropa,
pisoteé un charco de gasolina
y escribí en él la palabra estupor.
Encontré una pala y empecé a recoger con ella
los puntos suspensivos,
uno a uno.
Volví a casa
tiznado de cansancio,
pleno.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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