Conducía una mañana
por una loca carretera
de baches y curvas
Y no sabía dónde me llevaba.
Escuchaba el ruido del motor,
y mi música favorita.
Eran acordes de guitarra…
Añoranzas que en mis oídos gritaban,
Nostalgia que mi corazón arañaba.
Acordes de guitarra…
que en mis oídos resonaba,
nostalgia de recuerdos
que mis ojos lloraban…
Y algún que otro poema
que en mi mente recordaba.
La mañana despertaba
y la niebla había quedado dormida
sobre el lecho de la campiña.
Sobre ella se extendía un capote,
este…de color de las amapolas.
Los senderos que cruzaban
parecían recitar
a plena luz del día
y se respiraba un perfume
que coqueteaba y me embriagaba,
produciéndome un éxtasis
que a mi cuerpo elevaba.
A lo lejos…
en lo alto de un cerro,
se divisaba un blanco pueblecillo
de casitas pequeñas y empinadas…
y… de pronto!!!
Frene mi mirada
al sorprenderme unos oscuros ojos
que desafiantes me observaban
y me esperaban tras la alambrada.
Allí quieta quede…
Por un momento pensé
quitarme el pañuelo de mi cuello
y…salir al ruedo
a dar dos pases como hacen los toreros.
Me lleve las manos a la cabeza
y no llevaba montera ni sombrero…
Sentí el paisaje de mi interior
como un sordo rencor del tiempo,
Y me fui dejando atrás
la vista de aquel pueblo,
aquel toro
y aquellas flores…
que sin darme cuenta
había puesto en mi pelo.
María Sánchez -San Fernando-
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