Por Alicia Rosell
Mi reflexión para todo el fin de semana y todos los días de nuestra vida va hoy dirigida a ciertos personajes que se consideran luchadores por la democracia real y el pueblo cuando en realidad, son tanto o más déspotas y prepotentes que la clase política corrupta. Están vacíos de esos valores que pregonan. Esos personajillos de tres al cuarto pueden ocupar cargos incluso en la Justicia. Se creen jueces de todos, incluso de la palabra de la gente que los nombra aunque no se les insulte. Pretenden ponernos el celofán en la boca y amenazar con meternos demandas sin otro motivo relevante que el sentirse frustrados como hombres. Tienen el ego tan inflado que se creen,dioses.
Además, son tan osados que pueden llegar a creerse muy chistosos. No usan la ironía por ser inteligentes ni para hacer gracia, sino para mofarse de su prójimo, directa o indirectamente. Porque son redomadamente insulsos, ignorantes, petulantes y sobre todo, usan y manipulan a cuantas personas les rodean para medrar y luego hundirte si pueden, a la primera ocasión que se les contradiga.
Existen personajes así a nuestro alrededor en mayor número de lo que presuponemos. Lo menos gracioso de todo es que son personas sin ética ni principios, con dos caras y que usan varias chaquetas que alternan como si cambiaran de piel. Pero es lógico, tienen la lengua viperina de la serpiente y la sacan con idéntica impulsividad que el reptil al que imitan. No, no crean que es ósmosis...
Capaces de ganarse a las gentes del pueblo por unas pocas obras buenas en su vida (con estipendio de por medio porque no trabajan por altruismo), se creen héroes cuando solo son ídolos de barro que acaban haciendo el ridículo ante todos. Su altanería es tan peculiar que no perdonan a un amigo ni a quienes los aprecian o aman. Pueden llegar a despreciar a sus seres más amados e incluso traicionarlos. Llevan siempre un arma de doble filo escondida y la usan en nombre de la ley -si hace falta- contra quien les resulta incómodo o molesto por el solo hecho de llevarles la contraria o no dejarse manipular.
A estos personajes les digo a la cara que son escoria, que ojalá se den cuenta sus acólitos de los varios bandos, entre los que se mueven como correveidiles o comadres, como infiltrados, espiando para luego amenazar y minar la moral de quienes no tienen el poder que ellos tienen, o creen tener. Pero no los infravaloren y cúbranse bien la espalda, pues cuando se enfrentan con quien les planta cara, se vuelven aún más peligrosos. No se fíen mucho de quien les alaba siempre, porque por detrás les estarán vendiendo al mejor postor.
A estos 'ídolos de barro y de egos inflados', esos que se hacen pasar por mansos corderitos y piden que los demás callen, yo les digo que son bazofia, porquería que acabará en el basurero como la lacra social que son. Me da igual el ejercicio de la profesión que ostentan, aunque de esto es de lo que más se valen porque se sienten poderosos. Y porque la inteligencia no se demuestra habiendo sacando un 'cum laude' en la carrera, sino por la forma de tratar a sus semejantes, por carecer del mínimo sentido de la ética y para no caer en demagogias baratas ni en juegos irrisorios cuando sus deseos de venganza son confundidos con justicia real. Mientras ellos se sienten en poder de la única verdad, los demás solo los vemos como niños rabiosos con una fuerte pataleta. Así de penosos son.
A todos ellos, les mando un aplauso: Pero no de aceptación sino de atención para que guarden su retaguardia. Porque somos más los inteligentes que sin ostentar poder alguno, somos capaces de observar y usar la astucia para descubrirlos y denunciarlos. La hipocresía se huele, tiene color y no es precisamente bonita. Cuidado, ciudadano... Tenemos infiltrados a 'infiltrados' que acusan a otros ciudadanos de serlo para hacer todo el daño posible...
Y así nos va en el mundo. Nadie conoce a nadie y unos traicionan a otros. Y todos a todos... La hipocresía elevada al cuadrado es el arma del estúpido (enfermo de estupidez, que no insulto) que se cree inteligente porque tiene poder para aplastar a su prójimo.
Va siendo hora de que acabemos con tanto farsante. Si hace falta una revolución que nos haga involucionar en la Historia, lo haremos. Mientras tanto: Trituremos la basura antes de que huela más. O acabaremos oliendo todos a huevos podridos.
Publicado en el periódico La Urraka Cartagena
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