Hay una mujer desnuda en el pasillo,
Cuando me cruzo con ella
-por el simple hecho
de que los cuerpos que
En sentido contrario caminan,
hacen eso: se cruzan-,
Solo la esencia
De la profundidad
De sus cristalinos queda.
No queda otra cosa
que esa esencia
mientras yo, aturdido,
miro por encima
de la tapia de un cementerio
crecer, dentro,
las olas en los muertos.
Hay una mujer desnuda en el pasillo
pero de su paso
en nuestro cruce
solo queda la esencia
como una frecuencia
que eternamente
vagará por el infinito
de sus profundos ojos
que me observan
desde el lugar lejano en el que habitan.
Hay una mujer en el pasillo, desnuda,
como venida al mundo
por vez primera,
una mujer que me sueña
haciendo de mi presencia
el sueño de millones
de galápagos,
como si la nada
fuera el único fin
que los moviliza
allá en las playas
para emprender el regreso.
Del poemario Enredos salvajes en las olas encrespadas de tu vientre de
Salvador Moreno Valencia
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