La silva es como un prado al que dan sombra
quijotescos y añosos encinares
que cantan con el viento.
Un mar de hierba que la brisa mece;
una mullida alfombra
para acoger al andaluz soriano
que amaba este paisaje tan austero;
tan diferente de su Andalucía,
pero donde el amor toco su pecho.
Este paisaje de vestido pardo
y de horizonte escueto;
donde la silva canta suavemente
y testigo fue un día de su duelo.
Tierra sembrada de hayas y castaños,
donde la arcilla es lagrima del suelo.
Y riberas, calveros y alamedas
un poco más allá. Mas lejos
que la noche perdida de un Agosto
bajo una losa gris de cementerio.
Leonor, Leonor, Leonor...
Te recuerdan aún los altozanos,
los cárdenos roquedos;
el chopo en la ribera;
los álamos que velan el sendero;
y el águila que pasa
sobrevolando lomas y robledos…
Te llaman con amor las primaveras,
y lloran los veranos tu silencio;
un otoñal poeta
abrazó, con tu muerte, los inviernos...
El río, los caminos, las arcadas del puente
por donde pasa, susurrante, el Duero.
Todos saben tu nombre:
la silva lo esparció a los cuatro vientos;
lo dibujaban huellas del poeta;
y el llanto que a la tierra derramaba
hacía florecer todos los versos.
Él reinvento la silva para ti:
música escrita allá en el firmamento.
Leonor, Leonor, Leonor… brilla la silva
toda la noche junto a los luceros.
30 de noviembre de 2011
Francisca Gracián Galbeño -Gran Canaria-.
Tercer premio del Concurso Carta Lírica 2012
Publicado en la revista Carta Lírica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario