miércoles, 28 de noviembre de 2012

PROEMIO


Me encarga el amigo Salvador, que dirige esta revista en la que tengo a bien colaborar, que le escriba
el prólogo para el libro del poeta Francisco Aranda Cadenas, amigo en la distancia, mientras tanto en
estas sierras granaínas las higueras ya amarillean, los álamos dejan caer sus hojas como plumas y el
paisaje se cubre de miles de colores que invitan a la reflexión y mi buen amigo Eladio, ell cartero,
falleció días pasados, tendré que acostumbrarme a su ausencia, por lo pronto escribiré el proemio para
el libro de Francisco, aquí queda:

“En verdad ignoro por qué estoy tan triste. Me inquieta.”
Antonio, El mercader de Venecia.
Edward de Vere (aka 'Shakespeare').

No es fácil prologar un libro si el ingenio y la inspiración están de vacaciones, como es mi caso, sin
embargo, tratándose de este singular, amigo y poeta, voy hacer un esfuerzo a ver si tanto el primero
como la segunda me pillan trabajando.
Escribir de un poeta como Francisco Aranda Cadenas, es cuando menos un reto. Yo me pregunto si
debo escribir del hombre, del poeta, o de ambos a la vez, y sin duda, creo que lo más adecuado debe
ser escribir del hombre y del poeta porque ¿qué sería de su poesía si la dejamos huérfana y sin autor?
Son muchas voces que dicen que no importa el autor sino la obra, por eso deben de perderse la esencia de la que están hechas esas obras, eso es lo que opino yo: ¿Cómo vamos a valorar la obra si no sabemos nada del autor? Esto lo ensayaba Ortega respecto a Cervantes en contradicción con Unamuno
que se volcaba en la obra sin tener en cuenta al autor. ¿Qué pasa, por ejemplo, con la magna obra de
Shakespeare? Que si no nos detenemos a analizar, a escudriñar a su autor, no hallaremos la esencia
real de esa gran obra.
Aquí está Francisco Aranda Cadenas, el hombre, frente a mí, toma café con leche, y fuma un cigarrillo,
él, el hombre; y aquí está Francisco Aranda Cadenas, el poeta, entre los poemas de este libro en el que
Hoy ya no llueve de memoria, el poeta que nos muestra una poesía intimista en la que podemos
vislumbrar algo más que una mera apariencia, o una pose, en estos poemas que escribe el poeta con el
corazón del hombre y viceversa, no caben ni apariencias ni poses, porque la poesía lo ocupa todo, el
verso cabalga libre, a veces, y otras como enjalbegado por dedos que sensibles acarician el mar, la
tierra, la vida, la muerte, el amor, el olvido, el tiempo…, porque en la poesía que escribe Francisco, se
unen todas las cosas, de fuera y de dentro, él usa los versos como lazos para enlazar lo de fuera con lo
de dentro. La poesía de este poeta malagueño es, sin duda, desde mi punto de vista, intimista: se
desnuda el poeta sin máscaras mostrando lo más recóndito de su Ser de poeta, de su Ser de hombre.
No habrá que decir que Blas de Otero, o Jorge Guillen, son poetas que suele frecuentar Francisco,
también encontraremos la huella de Federico, de Rubén Darío, de Celaya, de Altolaguirre, e incluso,
podríamos decir que de Cernuda; pero lo que el lector está a punto de encontrar en las páginas de Hoy
ya no llueve de memoria, es al hombre, al poeta que escribe desde sus entrañas para iluminarnos, para
abrirnos el camino de su poesía que nace a orillas del Mediterráneo, que es mar, 􀆟erra, playa, barca,
surco, arado, recuerdo, árbol, cielo, música, corazón, amor y todo lo que de hombre, de poeta, es
Francisco Aranda Cadenas cuando Hoy ya no llueve de memoria.

Marcos Morneo
Publicado en la revista LetrasTRL 52

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