jueves, 6 de septiembre de 2012

SUEÑOS CANSADOS


¿Percibiste mis sueños plegándose en tus manos?
Eran leves alondras renunciando a su vuelo.
¿Para qué los espacios vacíos, los pinares,
para qué las nocturnas soledades, los cerros?
En ellos he batido las alas, desolado
de no encontrar la rama florida, seco el suelo,
y he regresado siempre, paloma de diluvio,
a un arca que era apenas refugio en movimiento.
Era el agua en los valles, el barro en las laderas,
el silencio en las cumbres, oh Dios, cuánto silencio;
y eso era todo: Nada; despoblado, oquedades,
ir y volver sin rumbo. ¿A dónde va el sendero?
Qué desgaste de fuerzas, qué orfandad, qué cansancio,
qué años tumultuosos de inútiles rastreos,
con la angustia en el pecho, la soledad a cuestas,
besos casi a la mano, mas sin lograr beberlos;
y los que se alcanzaron, tan débiles, tan pálidos,
apenas guarnecidos de volumen y aliento.
Cómo detesto aquellos caminos recorridos,
ciudades visitadas, hospedajes decrépitos,
los días trashumantes, las noches rutinarias,
en que uno era inquilino sintiéndose extranjero.
Malditas las palabras que nada me decían,
y malditas las mismas que repetí yo luego.
Nada sólido, nada; todo de viento y niebla,
todo de humo, de espuma, de sombra estaba hecho.

Si no hubieras tardado tanto como tardaste
no se hubieran cansado tanto mis propios sueños.
Hoy se me ovillan todos desnudos en tus manos.
Cierro los ojos. Callo. Es hoy nuestro momento.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

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