domingo, 16 de septiembre de 2012

HASTA QUE NO EMPECÉ A RESPIRAR POR MÍ


Hasta que no empecé a respirar por mí,
no supe de la palabra amor.

La pureza de la palabra amor,
palabra amor como catálogo de carencias,
apaciguada semilla,
esa palabra,
amor,
como la sombra del asombro.

Pero fui un saco roto al que un púgil golpea
con puños de niebla.
Fui la tardanza,
una rama quebrada por la tos del viento,
la raya que perece
en los laberintos de la derrota.

Quedar colgado.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

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