miércoles, 5 de septiembre de 2012

EL AYUDANTE


 Mi profesor de derecho internacional humanitario me había elegido entre todos sus alumnos como su ayudante y entre las tareas a realizar una de las que me hacía más ilusión era el cartel de su próxima conferencia, así podría dar rienda suelta a mi vocación frustrada de publicista. El trato era simple, yo le proporcionaba mi ayuda en cuánto necesitara y él me recompensaba con un par de créditos de libre configuración, pero a lo que llegó a derivar el acuerdo no puedo siquiera ponerle palabras. La explotación que llevó a cabo el catedrático conmigo fue tal que yo, un chico tranquilo y pacífico de pueblo entré en una espiral de estrés e ira contenida cuyo fin fue irremediable. La mañana del undécimo día agarré la pantalla táctil del ordenador y mientras estaba distraído le arreé un testarazo en toda la cabeza. La sentencia fue clara, legítima defensa.

AZAHARA OLMEDA

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