lunes, 3 de septiembre de 2012

CUÁNTO ESTRÉS


Recuerdo años ha,
aquella época,
en la que veía marchar,
entre los resquicios de la planta baja del Ayuntamiento,
a la joven Guadiana.

Era  la dueña del zigzag,
el veloz perfil de una silueta,
que bajaba corriendo los escalones,
casi arrancando las esquinas,
enarbolando siempre el papel de la importancia.

A veces,
la velocidad de sus zancadas y de su cara,
sus facciones,
su pelo,
sus gestos,
valía para despegar la chincheta de las paredes,
esas que sostienen publicidad sindical
o que informan sobre la próxima fiesta laboral,
o de las últimas ofertas de empleo.

O debido a la insistencia de las carrerillas matinales,
yo veía como
día a día,
el colgado extintor que adorna la puerta de los ascensores,
su rojo desteñía en azafrán.

Puertas, ventanas,
esquinas, papeles,
público, empleados municipales,
las cristaleras,
las pantallas de ordenador,
los cáctus,
las grapadoras,
las impresoras,
todo,
todos,
giraban su inercia para verte pasar
y en su mundo imaginario coincidían:
esta mujer es la representante del estrés.

Luego,
como el elogio de la lentitud,
todo cambió.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

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