Las secuelas de los arañazos
de las sombras de otras noches,
te desertan,
como una quiniela rota al borde de un arroyo,
o como la caléndula entre la cizaña
del lodazal del camino.
El poeta,
apostado en su arista,
como un halcón en un vertedero,
acodado el gesto en la esquina,
ve deslizarse como entre vidrios rotos,
la vida.
Llegas tarde,
porque en la víspera de la intemperie desguarnecida
de todos los lunes,
como el crepúsculo de la disentería,
surges de tu caparazón
con el sin sentido y la falta de sueño,
de lo repetido.
Acometes un días más
sin aspavientos,
porque eres tú y tus imponderables,
porque sabes ver pasar los trenes
y dirigir el rumbo de las migajas.
El poeta sonríe y escudriña
por entre los desfiles del céfiro,
tu hado.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
viernes, 27 de abril de 2012
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