Se posa
la luna azul
sobre la encina callada.
Deja
su blanca luz
encalada
la parramera. El canto
de primavera
florece. Despiertan
las amapolas dormidas
en la alfombra del trigal
las copas del olivar
rebosan
de plata antigua.
El viñedo
va abriendo sus alas
verdinegras mariposas
en las besanas posadas.
Hacia el fondo
se levanta
entre místicas luz malva
del azafrán
los molinos
que giran sus aspas doradas
donde el alma enamorada
de un Quijote peregrino
que todavía cabalga
por el juego del destino
sigue siendo volteada.
JOSÉ LUIS MARISCAL -Horcajo de Santiago-
jueves, 26 de abril de 2012
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