Me declaré en lenguaje de poeta,
revestido de plumas, como alondra,
en caricia envolvente, como brisa,
de pétalos fragantes, como rosa.
Me hice fuente, cantando en su camino,
me hice vino hasta el borde de su copa,
nube fui de sensuales siluetas,
y al borde de su mar me hice gaviota.
Lloví sobre su rostro, húmedo beso,
me conecté a sus pies, callada sombra,
me prolongué en mirada persistente,
y me contraje en estrechez de boa.
Le hablé en palabras que jamás oyera,
se lo expresé en pluralidad de idiomas,
no de lenguas extrañas,
mas de esos términos que el alma añora,
que laten en las ramas de los olmos,
en las puestas de sol, en las auroras,
en las alas del viento,
en el azul murmullo de las olas.
Le traduje en rumores
los gritos que en mi espíritu se agolpan,
los alaridos de mi piel, el llanto
que me asedia en las noches de derrota.
Pero no entendió nada;
y la dejé alejarse. Mis alforjas
sobrecargadas de ella, y en su bolso,
como un artículo en menú de compras,
mi nombre en el papel avejentado,
supervivencia calibrada en horas.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Angeles-
domingo, 29 de abril de 2012
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