2231
Mientras fuimos amantes, anhelaba
tu postal navideña, y nunca vino;
detalle halagador, si rutinario.
Y hoy, con Eros sin flechas en su aljaba,
me llega tu primera, en anodino
reclamo marginal publicitario.
Más que tuyo es saludo de la empresa.
Ah, la futilidad de tu sorpresa.
2232
Las cosas que se van, rara vez vuelven.
Vuelven los ánsares, las golondrinas,
cuando nuestros inviernos se disuelven,
y el sol cada mañana, y las neblinas.
Mas los brazos que intensos nos envuelven,
o el castillo de amor hundido en ruinas,
ni se recobran ni se reconstruyen;
ríos que no desandan, sólo fluyen.
2233
Duele ser sólo nombre y apellido,
rama espectral de otoño, descarnada,
cartón que, utilizado el contenido,
es inútil desecho, broza, nada.
Por la cósmica ley inexorable
del eterno retorno, quien bien da,
bien ha de conseguir, mas si culpable,
el mismo mal que dio, recogerá.
2234
No desciende la luz sobre tus senos,
ni los cubre la sombra, ni se arrullan
bajo los dedos múltiples del viento.
Factores atmosféricos, ajenos,
que brillarán, apagarán o aúllan,
mas no saben rondar como mi aliento.
2235
Ah, si aquella mujer de ayer volviera,
con sus pasos de seda y sus vaivenes,
la técnica y fervor del que adultera
con el fragor de innumerables trenes,
la mansedumbre y a la vez locura
de cada tímida y audaz fricción,
y esa fuerza vital que se apresura
alternando entre sexo y corazón;
si ella volviera… permanecería
con ésta amante que hoy se dice mía.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
viernes, 27 de abril de 2012
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