Mi cuerpo carece
de ventanas,
de barriles de hormigón
de sangre calcinada en los apellidos.
Mi cuerpo carece
de abismos negros
sobre los que esculpir mentiras como versos.
Mi cuerpo carece
de portones de tisú
como si los rezos silenciados segaran besos.
Mi cuerpo carece
de consonantes que redoblen
como ollados silencios fallidos.
Mi cuerpo carece
de la risueña paz de los escombros
en los acuciantes nidos.
Mi cuerpo carece
de la nostalgia impuesta por la historia
garabateada en los espejos.
Mi cuerpo carece
de la inercia de los gestos
que sueñan con penales espesos.
Mi cuerpo carece
de la opinión de los bolígrafos de carmín
en la laringe hendidos.
Mi cuerpo carece
de los roces de la eutanasia
del espejo del caos.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
lunes, 30 de abril de 2012
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