Tardó cientos, o tal vez miles de años de esfuerzo continuo y sufrir necesidades para sobrevivir y preservar la especie, hasta que logró enderezar su espalda y ponerse de pie. Y esto fue un hito en la historia de su vida.
Y pudo por fin, buscar y alcanzar el alimento que necesitaba.
Se alimentó mejor y con enorme esfuerzo, que lo superaba a sí mismo.
Y allí comenzó a adquirir nuevas sensaciones y experiencias de la vida.
Aprendiendo a preservar su vida y sorteando inmensos peligros logró uno de los mayores hitos de la humanidad, aprendió también a razonar y PENSAR
Y con ese esfuerzo y enseñanza de un SER HUMANO PENSANTE, cambió la historia de la Tierra.
Vivía en cuevas naturales, entre las penumbras oscuras del día, en medio de vapores malolientes de una selva plagada de peligros, sin naciente ni poniente, perdido en la noche de los tiempos, en las inmensidades del planeta.
Era uno de los seres más indefensos y pequeño, en aquél universo de bestias enormes, descomunales, hambrientas, asesinas.
Acosado permanentemente por el medio ambiente y el peligro, golpeado por el hambre y el frio, agudizó su necesidad de supervivencia.
Esforzándose, desarrolló sus sentidos y aprendió a defender lo propio y luchar por su vida. En el fragor de la lucha diaria, comprendió que debía pelear fuertemente, sin claudicar nunca, para preservar su especie y su descendencia.
Con fuerza y decisión irguió totalmente su cuerpo y comenzó a caminar, trasladándose en nuevos senderos, siempre buscando nuevas alternativas para sobrevivir.
Sin darse cuenta, solo guiado por su curiosidad, su perseverancia y su instinto de supervivencia comenzó la primigenia y más trascendental de las migraciones: recorrer, conocer y colonizar el Planeta Tierra.
Y así, un día por casualidad, se asustó cuando vio una centelleante luz desconocida que venía de las alturas insondables y se estrellaba en la tierra.
Y allí quemándose, producto de su ignorancia y curiosidad, descubrió el fuego.
Y ése fue otro gran logro, porque le permitió tener luz y calor en la inmensidad de la noche profunda, y aprendió a cocinar sus alimentos, y así, mejorar su alimentación y la de sus semejantes.
Comenzó a trasladarse a lugares distantes, desconocidos, que le exigieron mayores riesgos y un mayor atrevimiento, aprendió a sobrevivir entre ríos de piedra derretida y montañas tormentosas, en donde conoció y sufrió el infernal calor, y la nieve con su frío intenso.
Sin siquiera imaginarlo, cruzó mares congelados trasladándose a otros continentes arriesgando la vida. Pero cuando mayor era el esfuerzo, más se agudizaba su curiosidad por lo desconocido, y siguió adelante con pasos firmes, luchando, perseverando, venciendo al temor a lo desconocido y las distancias.
Y allí, conoció a otros seres semejantes a él. Y conoció y tomó a la mujer, y tuvo hijos, conformando su propia familia. Asumió nuevos riesgos y responsabilidades y siguió caminando, desarrollándose y aprendiendo.
Dejó las cuevas y se trasladó a las llanuras. Llegó al mar y aprendió a navegar, y se alimentó con sus riquezas. Comenzó a transitar por un mundo tan agreste y hostil, que formó grupos, para protegerse y defenderse mutuamente.
Y con el tiempo también descubrió la agricultura, plantó semillas y cosechó sus siembras.
Fruto del esfuerzo conjunto con sus semejantes formó tribus, que con el tiempo se hicieron pueblos y luego, ciudades.
Compartió su trabajo, sus ideas y su lenguaje, y en un considerable esfuerzo propio comenzó a transmitir sus conocimientos y sabiduría, primero de forma oral con los suyos y luego en lo que era realmente el primer libro de la historia de la humanidad escrito con caracteres cuneiformes, que le eran comunes a su pueblo en rústicas tablas, y que él reconocía como el “Libro de mi vida”.
Y siguió buscando nuevos senderos, atravesó selvas, llanuras, mares y desiertos.
Conquistó nuevas tierras y con sus semejantes trazó sus fronteras, y descubrió y defendió con su vida el concepto de Patria y Nación, haciéndolas libres y soberanas.
Cientos de años después, logró el desarrollo necesario para descubrir e inventar todo lo necesario que necesitaba para el progreso de su pueblo y su comunidad, y finalmente, desarrolló su capacidad intelectual y llegó a la Luna.
Puso su pie sobre ella y siguió y la sobrepasó, viajando a las inmensidades del universo desconocido, hacia las estrellas, las mismas que lo vieron nacer, en un tiempo muy lejano y distante de su historia primigenia.
Este olvidado ser humano, NUESTRO ANTEPASADO, que con una simple hacha de piedra pudo vencer enormes dificultades, y forjó con su esfuerzo el futuro, destino y progreso de la humanidad toda, merece nuestro eterno agradecimiento, que con su trabajo nos enseñó a todos sus semejantes, con su ejemplo de perseverancia y estudio, el camino a seguir.
Ese formidable esfuerzo de nuestro antepasado, es lo que nos permite disponer de los medios para que nosotros podamos comunicarnos y estar aquí, ahora.
Pero me pregunto, ¿Dónde se lo reconocemos y materializamos semejante esfuerzo que realizó este grande hombre?
¿Cuáles son las razones que nos mantienen divididos, violándonos, matándonos unos otros, emigrando de un país a otro, huyendo de dictaduras que tratan a sus pueblos sin contemplaciones y seguimos divididos, dividiéndonos cada día más, peleándonos y matándonos sin contemplaciones, cuando más nos necesitamos?
En las discusiones de los legisladores de nuestros benditos países americanos, alguna vez ellos tendrán que acordar y entender al otro, como lo hizo nuestro legendario antepasado, y que seguramente tienen algo para decir, pero le es imposible hacerlo, ya que la otra mitad no tiene nada que decir, pero, soberbios, no se callan, y deben hacerlo, y solamente acuerdan en beneficio propio, y no al nuestro, el pueblo que los eligió y que les pagamos sus abultados sueldos y dietas.
La cruda realidad de estos tiempos nos golpea con dureza. Somos y vivimos rodeados por una sub-clase de seres humanos, atrapados entre los malos gobernantes, clérigos y políticos, en la pobreza y la marginación, viviendo en condiciones miserables, inmersos en la corrupción, los narcotraficantes, la desprotección y la desesperanza, en un casi único, rico, extenso y bello continente, al que día a día destruimos sin contemplaciones.
Ya es hora que tomemos esa vieja hacha de piedra, todos juntos, hermanados y sin murallas y fronteras estériles, y sigamos la voluntad inquebrantable del hombre que construyó una sociedad hermanada con su rústica y primera herramienta del progreso, y retomemos con trabajo, honradez y esperanza el compromiso ineludible de construir un mundo mejor para nuestros hijos y para nuestros semejantes, con una defensa inquebrantable, valida, invulnerable, para todos los habitantes de nuestro maravilloso planeta azul, transformándolo en un lugar de trabajo y en paz, para todos los nosotros, y todas las generaciones futuras y su descendencia.
Manuel F. Romero Mazziotti -Argentina-