La explicación de un adulto mayor a la inquietud infantil.
Ayer un niño vecino me inquirió.
–“¿Vecino por cuanto me escribes un cuento?”–, me pregunto el infante.
Vi que en una de sus manitas apretaba un billete y unas monedas, me miraba con gran respeto y fascinación. Su cabeza la cubría con una cachucha algo inclinada al lado derecho, le lucía bien el escudo del equipo de futbol Junior de Barranquilla bordado en la gorra.
Por diez minutos le miré en medio de un sepulcral silencio, interiormente pensé: “Su pregunta no es fácil de contestar”.
Volví a pensar: “¿Cuánto cobrar por un cuento?”. –Nunca me pregunte por qué escribo… “¿Cómo le explico?”
–Samuel escribir una historia, cuento o novela no funciona por dinero –le contesté por fin.
“¿Y entonces, don Edgar?”, me requirió Samuel asombrado.
–Samuel: en el tiempo que escribí Consuelito, que todavía es un borrador, la estampé en el computador con el alma en la mano. Muchas veces lloraba recordando a mamá. Casi siempre usaba gafas oscuras para que en casa no me vieran llorar de dolor, de nostalgia. Redactar, no pensando en que me voy a beneficiar, sino por una fuerza interna, un cariño que nos empuja a escribir…
–No lo hago imaginando cuánto me voy a ganar, es algo que sale de mi interior por un amor interno. Eso hace un artista cuando cumple sumisión.
–Cuando mi amigo Javier Stevens, artista colombiano, pinta una obra, primero él ve una escena y en su interior mental la guarda. A los pocos meses nos la muestra, sus obras son instantes congelados en el tiempo por una magia especial –le expliqué al chiquillo.
–A mi buen amigo Ramiro Díaz Romero le llega la inspiración, enciende su equipo de sonido y con bajo volumen en la noche, se dedica a pintar sus sueños en imágenes abstractas donde su mundo es muy nítido y hermoso.
–Tengo un hermano, Ramiro Blanco, cuyas obras son especiales por su técnica del bejuquismo. Marca historia por el Caribe colombiano y, ¿sabes?, son personas muy sencillas a pesar de viajar por todo el mundo.
Luego le hablé de otro ejemplo.
–¿Sabes? Soy amigo de una maravillosa artista, Mirta Morales, de Argentina, quien me asombra. En su taller, ella con delantal algo embadurnado de óleos o acrílicos, su recinto es pulcro muy limpio. En su labor nos hereda eternas flores de tamaños en gran formato con los bellos colores hiperrealista y sabe del oficio más hermoso y sus clases son recreos de historia del arte y bello romanticismo. En ocasiones, sus cátedras son terapias a niños especiales– le comenté al chaval.
–“Que bello” –me respondió Samuel.
–Sí el arte, es terapéutico, pocas son las personas que sabemos, pero es sanador– le dije al crío.
–Si es muy hermoso, pero deja te cuento más. Tengo unas amigas paisas… Adriana María Pérez Olarte, una de ellas, siendo niña como tú, veía a su mamá la señora María Olarte pintar cuadros con las resinas que le traía su esposo de la empresa donde él trabajaba. Esas obras las vendía y ayudaba con esos recursos monetarios al hogar. Adriana estaba pendiente cuando su madre usaba los pinceles, viendo sin preguntar nada, aprendía el arte. Hoy Adriana pinta por amor muy profundo por alabar a Dios, ella fue sanada de cáncer de colon. Un día me comentó que el Señor en sueños le da las ideas, las creaciones salen a la luz.
–Javier Bedoya, otro gran artista y amigo, pinta por inspiración sus obras, muchas son religiosas, otras algo eróticas, en las cuales destaca la belleza de las mujeres, en su mayoría trabajadoras y de piel de chocolate. Esas que laboran fuertemente, desde tiempos de la colonia: les tocó los horribles años de esclavitud.
–Pero hay uno que te encantará. Se llama Efraín Saldaña, otro artista colombiano, ¿sabes? Él pinta aves de juguetes y unas muñecas de ojos muy grandes con colores brillantes, con combinaciones de los tintes fantásticos de los mundos de niños en los jardines infantiles y castillos mágicos.
–Samuel el artista vivo mejor pagado actualmente es Fernando Botero. Pinta por gusto y cuenta que no entiende cómo la gente puede vivir sin pintar. Afirma que debe ser aburrido subsistir sin colorear, es adinerado. Él trabaja en sus talleres, que en el mundo tiene varios y le encanta lavar sus pinceles él mismo, con sus propias manos. Dice que es un placer que no cambia por nada.
–Otro buen amigo es periodista, artista y publicista peruano es don Jaime Montalvo Carbonel. En sus obras describe a sus paisanos y sus típicas ropas y bellas costumbres Andinas. Lo realiza por espléndido amor a su país. Él es reconocido por la Unesco, con exposiciones por todo el planeta.
–Samuel, ahora estoy en el Amazonas, un paraíso en medio de la selva. Encuentras tantas bellezas que uno no quiere salir de aquel lugar por su vegetación y hermosura, poder escuchar el cantar de los micos te asombrara cómo te saludan… Hijo: allí vi aves tan bellas, con colores que asombran, las guacamayas Dios él pintó de amarillo azul y rojo, otras en azules o verdes, y el parque de los loros en Leticia llegan millones en la tarde y comienzan a cantar hasta cuando la encantadora selva se traga al sol. Sus cantares se escuchan por toda la ciudad y los turistas felices enloquecen y de sus morrales sacan muy rápido las cámaras donde eternizar esos instantes en sus equipos de vídeo y llevar para mostrar como muestran de lo bello que es nuestro jardín Amazónica.
–Samuel, ahora ando por allí trabajando en una entrevista con Arildo Mendes, es un artista que pinta por pasión, por un titánico impulso. Muestra el diario vivir y los trabajos de sus gentes en Manaos, Brasil, y he conocido con él muchos artistas que son grandes maestros en esos paraísos de la selva americana.
–Hijo si te hablo de los clásicos duraríamos varios meses. Lo primordial de la vida, trabajes en lo que trabajes, es que lo hagas por amor y con ética y honradez.
–Samuel y te puedo hablar de escritores como Nury Ruiz Bárcenas, José Joaquín Rincón Chaves o José Orellano, amigos colombianos, y también de otros más extranjeros cómo Mario Vargas Llosa, Cristina Barcelona y Niurka Calero. Ellos son plumas del amor, todos por ese invisible sentir muy fuerte de escribir, sin dejar por fuera a miles de clásicos y premios Nobel.
–Ahora me entiendes: los artistas y profesionales no escribimos, ni pintamos, ni los poetas, ni médicos, laboramos por dinero… Es por amor a su hobby o profesión. Es un don que Dios nos dio al nacer.
–Hijo, los médicos atienden sus pacientes y se arriesgan por amor a su profesión. Unos doctores amigos me dicen que “cuando sano un paciente me alegra el alma. Es un cariño inexplicable”.
Los artistas, como a los médicos, el trabajo sale de corazón. Sé que Dios nos lo dejó como gracia en el alma.
–“¡Qué vivan los médicos y los artistas!” –grité.
–“Don Edgar: lo invito a comer helado casero que mi mamá prepara”
–Gracias, Samuel, pero no traigo dinero –le dije al chavo.
–“No se afane, yo invito”, dijo el pequeñín.
– ¿Cómo prepara los helados tu mamá? –le pregunte al chiquillo
Él me mostro feliz una sonrisa amplia y abriendo sus ojitos, muy contento, me dijo: –“Con mucho amor”.
–Hijo–, ¿Qué quieres ser cuando seas grande? –le pregunté
–Con una sonrisa de oreja a oreja llenó de júbilo– contesto. –“MÉDICO”
–Triste, muy triste, le dije: –“¿no quieres ser escritor o artista?”
–No… “Es que los médicos son ángeles, salvan vidas”
Edgar de Jesús Awad Virviescas
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