Aquí la tienes, por más pequeña que parezca, juntando sus manos y piernas en el suelo más fértil. Sumida, atada a tu vértices, la mirada perdonada y la vergüenza.
La felicidad, de no tener preocupación por preocuparse tan sólo de una única cosa. El miedo a jugar las partidas y dejarse perder para hacerse querer. Bendita que reza por tu presencia en el mundo de los vivos.
En su anatomía no hay esbozos de sí misma, ha mudado su piel como serpiente, y cedido su alma a algún Dios, Apolo, Júpiter o Adonai, pero ya no recuerda cuál.
Ella es unánime y espera tu afecto.
Ella se indulta en tu sonrisa.
Ella se perdona en tu mirada.
Ella que sólo aclama tu aplauso.
Ella que abraza tus vientos.
Ella que cuida es "amae".
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TANIA MATIAS
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