Dios maldijo a los poetas
yo no sé por qué será,
tal vez porque, con sus letras,
intentan imitar su fuerza creadora,
con suaves y alegres palabras
formar un mundo de ensueño,
lleno de lozanía y lontananza,
de lunas azules y arrebol;
crear un lugar de paz y remanzo
donde el alma cautiva
pueda volar sin dolor,
donde la plata y el marfil
broten y manen cual torrente
de la tibia y fecunda tierra;
donde las rosas se vistan de púrpura y grana
y el clavel muestre su contorno de seda.
Un lugar donde la paz y el amor
así como la armonía y la alegría
entrelazen sus manos
y, con alegre sol en el rostro,
perfumen la campiña y el estero.
Dios maldijo a los poetas,
yo no sé por qué será,
tal vez porque, con sus letras,
juegan con el dolor del alma
y son capaces de verter el llanto
de la persona amada e idolatrada;
trocar las dulces risas en agonizantes lamentos,
y hacer brotar la nostalgia,
cual manantial cenagoso
de pestilentes aguas,
que se lleva la paz y el amor
y solo queda pena y dolor;
quizás será por evocar muertos y recuerdos
que yacen mejor en el sepulcro,
que revive dolorosos y amargos tragos,
deseando hablar de bellos lugares
que nunca podrán ser,
y volver a vivir el dulce momento
que el frío tiempo transtoco
de dicha en amargo dolor.
Dios maldijo a los poetas,
yo no sé por qué será,
que los manda a vagar,
por el bosque andar,
sin hallar dulce consuelo
a lo que habita en su alma;
a descubrir en un instantes
lo que asoma por las ventanas,
los dulces vitrales del alma,
de la mujer a quien ama;
a beber las gotas amargas,
que brotan del espíritu,
al no poder alcanzar
la perfección de sus letras;
a tener el deseo de morir
por no poder describir
la belleza de la rosa,
el color de la miel,
el perfume de la mujer...
Dios maldijo a los poetas.
CARLO FIDEL GARCÍA CRUZ
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