domingo, 24 de enero de 2021

DOS PERSONAS QUE NO DIECISIETE


La tarde se diluía en la noche como el azúcar en el café, y, necesitado de un descanso antes de volver a otras seis o más horas de trabajo, él se acostó a leer, quizás a dormir una hora… Leía Licenciado en asesinato, una novela de Elizabeth George.

Del género policiaco. En realidad releía. Cuando compró, antes y después de los cincuenta de edad, todas esas novelas que abarrotaban el salón, supo que debía conservarlas porque al final tendría menos recursos económicos, ya no podría comprar más, y las releería, tal y como estaba sucediendo. Lo que no supo es que las releería con tanto placer y prácticamente sin recordar algo del argumento. De las novelas de Elizabeth George recordaba las características de los personajes principales, lo más determinante de sus trayectorias y de las relaciones que los entrelazaban. Cinco personajes. Recordaba incluso a algunos de los secundarios. Cada novela ampliaba ese universo para él tan distante ubicado en Inglaterra, y del que lo fascinaba la capacidad de Elizabeth George para entregar los sentimientos de cada personaje, para describir las situaciones… Desde luego cada trama policiaca, no recordada, estaba además construida de un modo complejo y lógico, cincelado y portador de una gran capacidad para despertar y mantener la expectación del lector.

En un momento de la lectura en que, por la postura en la cama, el libro se le cayó de las manos, al recogerlo percibió que en la última página algo estaba escrito. Creyó que hallaría un poema suyo anotado apresuradamente e inscripto en el olvido. O algo suyo narrativo inacabado. Encontró de su puño y letra un listado con diecinueve nombres. Personas que había formado, iniciado… que en 1997 –año en que compró el libro; éste al ser una edición de bolsillo no lo había adquirido en saldos así que la  fecha en la página legal…– eran seres humanos a los que quería y cercanos colaboradores. Repasó uno a uno los nombres, y de nuevo visualizó cada rostro, cada cuerpo... Más de quince años después, de esas diecinueve personas solo existían dos en su amistad, en su afecto… Solo dos seguían participando, aunque intermitentemente, en sus proyectos, en los planes y acciones…. El listado no era de todas las personas queridas en 1997, no era ni por asomo de todos los participantes, de todos los colaboradores de finales del Siglo… De la totalidad quedaban muchos más, quedaban muy cerca. Pero que de ese listado de diecinueve permanecieran únicamente dos… De esos diecinueve, doce habían traicionado lo mejor de sí al traicionarlo, al traicionar. Y de los otros cinco, unos no habían comprendido y otros habían debilitado la relación hasta desaparecerla. Las dos mujeres que quedaban, una ahora de más de cincuenta y la otra de más de sesenta, eran excepcionales y mucho bueno habían propiciado… Pensó, concluyó que sumaban más valores que las otras diecisiete. Cuando se levantó, y en medio del trabajo terminó a ratos de leer la novela, caviló en cuanto a comentarle a su principal colaborador lo del listado… Y desistió. Sería, tras tal cifra de años juntos: casi dos décadas, añadir dolor y amargura en medio de los tantos esfuerzos inherentes a cada día para poder seguir en medio de la crisis económica. Necesitaban ellos la intensidad, toda la mayor cantidad de energía posible. Se preguntó si su conciencia estaba tranquila; si considerando lo elevado de la cifra de diecinueve, honestamente él tenía la conciencia tranquila. Se respondió que sí. Lo hizo con una objetiva y absoluta convicción. Y recordó que el día anterior, dando un curso a personas mayoritariamente desconocidas, al terminar la sesión, tuvo una sensación de felicidad, de júbilo al comprobar que creía que merecían su confianza, y al sentir que su capacidad de confianza estaba intacta. Miró a lo lejos las nevadas colinas de la sierra madrileña y pensó que, si bien ya la edad no le permitía escalarlas, sí sentía el mismo bienestar al verlas. Se dispuso a responder a una carta que le solicitaba una bibliografía, pero, un segundo antes de comenzar, arrancó del libro la hoja con el listado y la rompió en pedazos como se rompe lo que no debe ser reconstruido.

Del libro Realidades y cuentos de FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES

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