martes, 5 de mayo de 2020

EL SEÑOR DE IGUAZÚ


Los dedos del señor de los cielos
están aquí.
Aunque la garganta me anuncie
que el ceño de mi cintura
se va a sumergir desde el balcón,
mi cuerpo, mi mirada
se recuestan sobre el infierno de este sueño.
La lluvia cae.
Infinitas estocadas de duelo,
entre mis ojos y esa garganta
dicen del Diablo; digo de Dios.
Tan solo la magnificencia de Cristo
puede hacer que esos vencejos
vuelen y sobrevuelen, el puñal de agua
que penetra esta profundidad.
Yo me agarro a la mano de una niña
que el cielo me regaló aquí, Iguazú.
En esta selva hoy torrencial
me agarro y me deslizo hacia ella,
y me elevo a esa luz tan poderosa
que es un cisma en mis pensamientos,
socava huellas de imágenes anteriores.
Yo te siento y escucho Iguazú.
En el tren, el ciclo de los pájaros
retorna con colores incandescentes
coatíes, selva y fantasmas
sobrevuelan el carnaval de estos rieles.
La niña, ya no lo es.
Es una diabólica mujer de ojos azules,
piernas temblorosas y largas
y cabello del silencio.
Yo te prometo que cuando este avión
se recueste sobre la selva exterior,
los labios de estos dos estigmas
convertidos en santidad,
este tiempo,
se convertirán en señales
de un desgarro intenso.
y eterno.
El cielo firme sostiene la enorme nervadura
de esta franca e infinita raíz,
de agua de ríos.
La noche se hace eterna y lúcida
y tus ojos no se despegan de mi mente.
La secuela de tu luz está aquí.
Elaboro en mis pensamientos
cielos y selva.
Noches de hielo y cansancio,
lunas rodeadas de vapor.
Hay pronto en mí, imágenes
de calles zigzagueantes.
Puestos de ternura y calor
ómnibus llenos de locura,
y de nuevo cielos
llovizna, soledad, amor.
Y tal vez por todo esto
te extraño tanto.
Sí. Solo tu imagen
acerca mi distancia
a la vida.
Y cuando te veo
Dios, eres esa voz
que me eleva.
Iguazú, tú, el ave acorazada
de plumas con colores
incandescentes.
Y en tus pies
llevas a mi niña.
Hoy ya mujer
penetrante y voraz.
Ojos verdes, de rocas que penden
de un ciclo de mitos alunados.
Brillo de amatista.
Y me acompañas
hasta el final.

César Javier Altamirano -Argentina-
Publicado en Suplemento de Realidades o ficciones 85

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