En la horquilla del rostro -abierta trama-,
el sol del día -el fuego del momento-
sin piedad, como en la florida rama,
entonó ya su canto al firmamento;
un aleluya herido que proclama
la grandeza de Aquel que echó su aliento
sobre dos cuerpos rotos que, en la cama,
buscan el clímax en el sexo lento.
Sin piedad, ya el rocío de la noche
cae sobre sus rostros y, en los ojos,
una lágrima se volvió un derroche;
una "petite morte" en los deshojos
de la flor que declara su reproche
de amor, ¡el beso de unos labios rojos!
Antonio Ramos -ESPAÑA-
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