“Tururú negro”. Menos mal que vivimos porque reímos de lo que vemos. Y lo que vemos es para mear y no echar ni gota: en pleno siglo XXI con tanto adelanto científico y tantos másteres no hemos aprendido más que a Rebuznar, pues somos seres que, menos humanos, somos mal inclinados, viciosos , ladrones, falsarios; y los que más quienes pertenecen a iglesias o sectas sociales y políticas.
Esta peste de pandemia, que nos ha encontrado en cueros y cagando, o jodiendo, nos ha metido el miedo en el cuerpo sin poder, hasta ahora, vernos el ombligo, y sus muertos se van ellos mismos a sus tumbas o crematorios llevándose con ellos la colcha de la cama, platos y vasijas, imitando a los faraones de Egipto.
Pero lo que es de traca, a lo grande, es que nos veamos todos con el bozal puesto; ese bozal que los negreros impusieron a sus esclavos negros desde 1492 hasta 1830. Hoy, en 2020, “todos somos bozales” gracias al Corona virus. Congos, mandingas, angolos, mongolos, etcétera, son iguales que los ainos, los gringos, los rusos, los sudacas, los godos, etcétera.
Escapando de la pandemia, un vejestorio metió su cabeza en una vasija grande por ver los chorizos y morcillas que contenía, y que le
curaban, saliendo a la calle con ella puesta. Un falso cura del Palmar de Troya que le vio, le echó la maldición del Diablo y, ¡oh milagro¡ la vasija reventó y al viejo se le vio con una morcilla entre los labios riendo y saltando.
Daniel de Culla
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