Ella se muerde la mano para no gritar. Simula que se tapa la boca cuando lo que hace es morder para que las palabras aullantes de la soledad que le resuena adentro no resuenen afuera. Sentada en la cafetería, en medio de gente desconocida, es consciente de que no hay en la ciudad alguien con quien pudiera hablar sin censura propia o del otro.
No resulta ser solo su drama, es la tragedia de quienes eluden verdades y esconden angustias: las más íntimas, las punzantes como esas lanzas que hieren hasta matar. Ella se muerde mientras mantiene la rutina diaria y acepta que ya nada será igual. Él en la cárcel por intento de asesinato. Ella golpeada. Y golpeada en su memoria. Ella sola en casa. Ella sola en la cafetería. Ella sola. Sola e inundada por la multitud de palabras que acalla cuando no cesa de morder.
Del libro Bla, bla, bla, bla, bla sobre el amor de
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
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