Él despide una energía de bestia que pudiera hacer que prendiera el fuego. Y ella se lo comiera pedazo a pedazo. Él está en la barra, cerrado sobre sí para estallar, y finge no percibir cómo es examinado. Ha decidido que ella no puede gustarle. De qué serviría decirle que despertó una noche y en el centro de su cuerpo faltaba la mitad de su miembro. Relatarle cómo se siente uno cuando es comido. Crudo, sin fuego.
Del libro Bla, bla, bla, bla, bla sobre el amor de FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
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