Él no ve la cicatriz cuando ella se acerca en paralelo. Cuando accede a subir rodeando el coche. Cuando se sienta dándole el perfil izquierdo. Él sigue sin ver la cicatriz al estacionar, y mientras bajan, caminan, llegan. En el dormitorio, él adelantándose gira.
La cicatriz es un río de lava congelada en el lado derecho del rostro. Él no expresa, ella no expresa, estatuas de un silencio acaso interminable. Un silencio lleno. Con lentitud él se desnuda, despojado, desprotegido. Ella dice: “Hay más”. Y él tiembla. “Hay más cicatrices.” Él responde: “Las cicatrices son el pasado.” Y, sin excitación sexual visible o invisible, pide: “Prueba a amarme si puedo y si no puedo.” Ella comienza a desnudarse.
Del libro Bla, bla, bla, bla, bla sobre el amor de
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
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